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¿PUERCOS PRESOS?

Quizá una de las características más comunes de la vida en Cuba bajo el régimen del Partido Comunista sea su carácter surrealista. Hasta hace poco, cuando el acceso a Internet cambió drásticamente la capacidad de los ciudadanos para distinguir la verdad del rumor (o de la ficción), el control del gobierno cubano sobre los medios de comunicación cultivaba una sensación estable de seguridad en cualquier entorno. Típicas de cualquier sistema autoritario, las representaciones triunfalistas de la realidad se consideraron durante mucho tiempo necesarias para los asesores ideológicos del Partido porque avivaban la fe de los ciudadanos y desacreditaban la duda. Así, a los extranjeros les parecían pocos los delitos comunes, ya que no se informaba de ellos con regularidad, ya fuera en la televisión, la radio o la prensa impresa. Sin embargo, a principios de la década de 2000, un barómetro de la delincuencia rural (incluso en comunidades aisladas o pequeñas) fue la repentina popularidad de las “cárceles para cerdos,” es decir, casas hechas a mano, de ladrillo y mortero, con múltiples cerraduras, para el mantenimiento de puercos domesticados. Aunque este campesino dejaba que sus cerdos vagaran por su propiedad durante el día e incluso los bañaba meticulosamente con regularidad, los encerraba durante la noche. De lo contrario, habrían sido robados antes de la madrugada. Y, como ocurre con los pobres en cualquier parte del mundo, criar un cerdo en Cuba era (y sigue siendo) como poseer una cuenta bancaria. Pinar del Río, diciembre de 2003.