Cuando regresé a Cuba tras un paréntesis de dos años de visitas en 2011, mis familiares más cercanos, como el Tío Tiki, confesaron haberse preparado emocionalmente para no volver a verme. Yo había sido la primera persona de mi familia en «regresar» a Cuba cuando la visité por primera vez en 1995. Tras el shock de tantas décadas de vivir sin mi padre y mi madre, los familiares confesaban con frecuencia que esperaban que cualquiera de mis visitas posteriores pudiera ser la última: temían encariñarse demasiado. En mi caso, no había regresado debido al nacimiento de mi hijo y, aunque era comprensible, mi ausencia evocaba una especie de doble dolor, ya que mi tío revivía una vez más el recuerdo de haber perdido a su hermano mayor en el exilio en 1964 y la idea de que toda la curación que provocaban mis visitas pudiera revertirse de repente. Estas fotos, tomadas por mi antiguo alumno convertido en hermano espiritual, documentan tanto la alegría como el alivio. Puerta de Golpe, noviembre de 2011.
Fotografía de Reny Díaz Arango.