¿Cómo explicar el aparente regreso de los vestidos de baile de Scarlett O’Hara de los años 50 a la Cuba “socialista” gobernada por el comunismo a principios de la década de 2000? Durante más de una década, ésta fue la principal elección de las chicas de quince años con medios en La Habana. Las chicas posando con sus cariñosas madres en zonas restauradas de la ciudad siempre parecían estar al alcance de la cámara de un turista. El estilo y su aceptabilidad reflejaban una serie de factores. Por un lado, la inmersión de los cubanos en una profunda austeridad durante décadas, tanto por el embargo estadounidense contra el comercio con Cuba como por las políticas comunistas de Fidel Castro, significaba que cualquier cosa que se pareciera a la opulencia de la Cuba anterior a 1959 tenía cierto caché. Por otro lado, el aumento de los intercambios económicos entre los cubanos de la isla y los del extranjero durante los años de Obama y del “primer Raúl” contribuyó al éxito de los empresarios locales. Estos últimos, a ambos lados del estrecho de Florida, se asociaron. Juntos se dedicaron a traer a la isla vestidos de alquiler, contratando o dotando de recursos a maquilladores y peluqueros locales, así como al equipo de cámaras. El precio era relativamente barato. El volumen hizo que lo fuera. Pocos parecían considerar la resonancia visual con la blancura de la cultura “Southern Belle” o incluso la falta de conexión con las tendencias de la moda contemporánea. Añadiendo ironía al insulto, estas dos fotos muestran a una quinceañera a lo Scarlett posando junto a la estatua de un legendario vagabundo y enfermo mental conocido como El Caballero de París. El Historiador de la Ciudad de La Habana decidió conmemorarle caprichosamente en bronce sólo unos años antes. La Habana, noviembre de 2011.
Fotografías de Reny Díaz Arango.