Tras dos años de ausencia de Cuba, mi hijo de seis años regresó triunfante con el conocimiento de que una cámara siempre es el mejor testigo de los flujos y reflujos del “cambio sin cambio” que define Cuba. También sabía que no hay nada como la vista y la conversación que se tiene desde el asiento delantero de uno de los arquetípicos taxis autónomos de La Habana. La Habana, julio de 2016. Fotografía de Elías García Guerra.