Antes de que su padre -ingeniero y trabajador contratado- encontrara el camino de Namibia a España y recuperara a su familia, mi ahijada Sabrina Fundora Amores asistía a una escuela gubernamental modelo en el barrio habanero de San Miguel de Padrón. Como el gobierno utilizaba a menudo la escuela para mostrar los beneficios de la educación socialista a los turistas y dignatarios extranjeros que la visitaban, Sabrina y sus compañeros disfrutaron allí de oportunidades únicas como una clase de zapateo, que llamaban “baile español”. Como la escuela y el barrio eran mayoritariamente negros y pobres, resultaba irónico que los niños aprendieran a honrar sus raíces coloniales en lugar de las dramáticas expresiones danzarias de Cuba heredadas de nuestros antepasados esclavizados. Vestidos con relucientes trajes blancos que les proporcionó la escuela, el entusiasmo y las habilidades de los niños fueron, no obstante, hermosos y sorprendentes. San Miguel de Padrón, La Habana, noviembre de 2011.