En los últimos años, esta zona de la playa de Varadero, antaño virgen, se ha visto invadida por los planes de empresas conjuntas del gobierno cubano con China para desarrollar alquileres de lujo e incluso un campo de golf junto a la costa. Sin embargo, cuando la visité por primera vez, seguía siendo un símbolo del poder de las revoluciones sociales para revertir la evidencia de que una aristocracia extranjera, como la de la familia Dupont, podía controlar y disfrutar de los mejores recursos, vistas y costas de Cuba. Sin embargo, como descubrimos mis estudiantes y yo, incluso esa configuración anticolonial de la realidad ya no era cierta, si es que alguna vez lo había sido con respecto a la Mansión Dupont y sus ocho kilómetros cuadrados de propiedad en la playa: ningún cubano, a menos que fuera acompañado por un extranjero, tenía permitido el acceso al lugar. Sólo los turistas y, en este caso, los estudiantes universitarios estadounidenses, podían disfrutar del mejor daiquiri natural y del ornamentado bar de caoba que Cuba podía ofrecer. Varadero, Junio de 2001.
