En el centro del restaurante Palenque de Cimarrones, propiedad del gobierno, se encuentra la réplica de un campamento de esclavos fugitivos del siglo XIX. Con estatuas de bronce, una escena representa un violento enfrentamiento entre un esclavizador con el brazo en ristre, listo para hacer sonar su látigo, y un cimarrón con el machete en alto, preparado para abatir a su posible captor. Por si acaso la decoración resultaba demasiado sutil, un cartel colocado a la entrada revelaba el transparente propósito didáctico de la atracción. Para comprender nuestros orígenes, historia y cultura, es necesario remontarse a la lejana época de la colonización española, con sus fases de esclavitud y cimarronería. Todo ello es la raíz de nuestra nacionalidad, valores y creencias”. Cenar con cimarrones es, en última instancia, una lección para los turistas sobre la interpretación ortodoxa de la transculturación cubana: que el látigo del amo fue subvertido por su antítesis, el machete del esclavo. Implícitamente, los antiguos esclavos y sus descendientes han “ganado” aparentemente la lucha por la libertad. Esta exhibición de la historia cubana, sancionada por el gobierno, inspira a los visitantes a aceptar sin cuestionamientos a Cuba como una nación “sin razas” cuyos “valores y creencias” son, según la constitución, salvaguardados por el Partido Comunista. El hecho de que se pretenda que bebamos cócteles y disfrutemos de platos cargados de comida no hace sino garantizar la confianza en esa visión. Viñales, Pinar del Río, junio de 2022.
Creado por el Curador Invitado Arturo S. González, Universidad de Miami.