Cuando las recogidas de basura de las casas privadas por parte del gobierno disminuyeron de una vez a la semana a una vez al mes y luego a «cuando les da la gana» durante el Período Especial, muchos cubanos leales predijeron que la limpieza de sus barrios se convertiría en una prioridad del gobierno una vez que la economía se recuperara un poco. Nunca lo hizo. En su lugar, los residentes urbanos, especialmente en La Habana, han tenido que acostumbrarse a vivir o a caminar regularmente junto a los montones de basura húmeda y apestosa que caracterizan prácticamente todos los barrios. Las excepciones a la regla son barrios como grandes partes de El Vedado, Miramar, Playa y Siboney, ocupados por los pinchos, jerga que designa a la oligarquía cubana de comunistas de alto rango, agentes de seguridad y oficiales militares que se benefician del control de las inversiones extranjeras y los negocios capitalistas propios, sin la constante supervisión legal que socava a los políticamente desconectados. A estos montones de basura, años de tormentas estacionales han añadido escombros, montones de escombros acumulados de frágiles viviendas golpeadas por la lluvia.