La filatelia alcanzó su cénit de popularidad en Cuba y Estados Unidos más o menos al mismo tiempo: en las décadas de 1950 y 1960. A medida que el Estado revolucionario cubano adoptaba el comunismo, las organizaciones gubernamentales encargadas de educar ideológicamente a los ciudadanos promovían intensamente esta afición como una forma metódica, no lucrativa y meditativa de ampliar la propia conciencia. Aunque estos ejemplos de la vasta colección de María Ana Abreu Hernández reflejan los esfuerzos del gobierno comunista por representar y promover ideales específicos, Abreu Hernández era todo lo contrario a un “fidelista” del sistema cubano: licenciada por la Universidad de La Habana, había trabajado como enfermera titulada antes de huir de Cuba con su marido, el famoso fotoperiodista Eduardo «Guayo» Hernández, a finales de 1960. Desde el exilio, Abreu Hernández volvió a obtener sus credenciales de enfermera y consiguió coleccionar miles de sellos, la mayoría del correo que ella y su círculo social de exiliados recibían de la isla. Aunque estos sellos cuentan sus propias historias oficiales, también revelan la tenacidad del amor de una mujer cubana por su país y su deseo de documentar su experiencia histórica, por dolorosa y irónica que pudiera parecer. Colección Eduardo «Guayo» Hernández, Bibliotecas Smathers, Universidad de la Florida