Quizás ninguna otra parte de Cuba sea tan conocida por su hospitalidad como las montañas de la provincia de Oriente. Después de subir y bajar de la Gran Piedra, un monumento natural en la Sierra Maestra, mis amigos cubanoamericanos y yo descubrimos que nos habíamos quedado sin agua. ¡Sin lío! respondió nuestro siempre ingenioso conductor y querido guía, Ernán Hernández. Tras parar el coche y gritar varias veces, nos encontramos de repente no con uno, sino con toda una partida de cubanos armados con machetes. Nos ayudaron a derribar unos cuantos cocos verdes de las omnipresentes arboledas. Luego, cogiendo sus machetes, esculpieron un fino agujero y un pico para beber en la parte superior de cada uno. ¡Vaya! Olvídese de lo que creía que era agua de coco y, después de beber hasta hartarse, no olvide abrirlos para chupar la tierna y dulce masa de coco que encontrará. Santiago de Cuba, julio 2016.
