Escondido en el todavía diminuto caserío de El Cobre, en el extremo oriental de Cuba, se encuentra uno de los primeros lugares de peregrinación católica de América, el santuario de la Virgen María de la Caridad. Según Juan Manzano, un esclavo negro de ochenta y cinco años que dictó una carta a las autoridades eclesiásticas españolas el 1 de abril de 1687, la Santísima Madre de Jesús se le había aparecido a él por primera vez cuando tenía diez años y a dos esclavos indígenas adultos en 1612.
Atrapado en una tormenta mientras remaba de vuelta a la orilla de la Bahía de Nipe, Juan Manzano había visto una hermosa estatua de la Virgen María flotando en el agua, con sus ropas milagrosamente secas. Cuando remaron hacia ella y la subieron a la barca, los hombres se salvaron y se abrazaron en un velo de paz mientras el mar se agitaba violentamente a su alrededor. Durante semanas, la Madre María demostró a los funcionarios coloniales que no los había elegido a ellos, sino a los “miserables” esclavos negros de El Cobre, como sus guardianes y testigos de Dios. Treinta y cinco años después, la Iglesia concluyó una meticulosa investigación y emitió una proclamación oficial sobre el caso, catalogado como “La Verdad”, veritas.