Como la mayoría de las decisiones tomadas por el gobierno comunista, nunca se aclaró la lógica de por qué una serie de estatuas de bronce de tamaño natural empezaron a aparecer de repente por La Habana Vieja en la década de 2010. En la Plaza San Francisco, del siglo XVIII, me sorprendió encontrar una coqueta visión de Frédéric Chopin, compositor polaco de la primera mitad del siglo XIX, sentado en un banco. Todos mis conocidos se preguntaban ¿por qué él? Después de todo, nunca había visitado Cuba ni compuesto una pieza sobre Cuba. Quizás, decían los cubanos, Eusebio Leal, el Historiador de la Ciudad y durante mucho tiempo “zar” de la restauración allí, decidió que el estilo romántico de su música era razón suficiente. La Habana Vieja, julio de 2016.
