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CUENTO DE DOS LADAS

En la “era soviética” de la Revolución Cubana, aproximadamente de 1961 a 1991, el embargo estadounidense impedía prácticamente la importación de automóviles a Cuba, excepto los fabricados en la enorme fábrica de automóviles de Togliatti (llamada así por un comunista italiano), una ciudad de la Rusia occidental que Stalin diseñó como respuesta comunista al éxito de las fábricas de Ford. Sin embargo, este hecho por sí solo no explica la escasez de la mayoría de los coches en Cuba, con la excepción de los adquiridos antes de 1961: en la Cuba socialista, poseer un carro se consideraba un privilegio, reservado sobre todo a los profesionales (como los médicos) que no “abandonaban el frente” y servían a la Revolución o a los agentes del Ministerio del Interior. El servicio de tales cubanos en nombre de la inteligencia estatal a veces merecía el derecho a comprar un carro soviético (en otras palabras, por muy especial que fueras, ¡no te regalaban uno!). El Moskvich o el Volga, “coches deportivos” de estilo soviético, seguían siendo menos comunes que el Lada. Sin embargo, el Lada rojo era célebre por ser el distintivo de los mejores agentes de inteligencia veteranos. Supuestamente, solo los mejores espías tenían acceso a estos coches. En 2016, cuando tomé esta foto, dos Lada rojos, aparcados uno al lado del otro, garantizaban una ubicación perfecta y libre de visitantes en los arroyos alimentados por manantiales del este de Cuba. Según observé, cualquiera que se aventurara en la zona se retiraba rápidamente: después de todo, los propietarios podían ser “veteranos” y no agentes en activo, pero, de nuevo, ¡estos coches no necesitaban más historias que contar! Baracoa, julio de 2016.