El 28 de octubre es la fiesta oficial de uno de los santos más venerados del catolicismo, Judas Tadeo, de quien se cree que era primo hermano o incluso hermano de Jesucristo. Quizá porque los cubanos han sufrido grandes traumas en los últimos quinientos años, especialmente desde el siglo XIX hasta la actualidad, la devoción por él es intensa. Otra razón es que prácticamente todos los que rezan a San Judas con fe por algo casi imposible de conseguir reciben lo que piden, a pesar de que la gran mayoría de los cubanos nunca han ido a la Iglesia. En Cuba, los beneficiarios de la advocación de San Judas ante Dios siempre se apresuran a transmitir sus relatos milagrosos, como la curación de un cáncer infantil en los peores momentos posibles del Período Especial o la obtención de múltiples visados de refugiado para escapar de Cuba en familia en un momento en que el país receptor sólo entregaba un visado cada vez. De niño, crecí rodeado de imágenes de San Judas, pero en todas ellas era blanco. Nunca lo vi como «uno de los nuestros» hasta que fui a Cuba. Allí abundan imágenes como ésta: La piel oscura de San Judas habla no sólo de una herencia racial mixta, sino de la búsqueda incesante de la unidad social que ha definido a Cuba durante mucho tiempo. Es un lugar donde lo imposible se hace posible a través de una creencia firme, inquebrantable y pura. Habana, noviembre 2011.
