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El Capitolio antes de que Raúl Castro y Vladimir Putin le dieran un lavado de cara, 2011

El presidente (y pronto dictador) Gerardo Machado construyó El Capitolio en 1929 como parte de un programa masivo de obras públicas que abordó temporalmente el subempleo crónico creado por la dependencia monocultural de Cuba del azúcar. Aunque era un claro homenaje neocolonial al Capitolio de EE.UU., el Capitolio de Cuba también reflejaba el supuesto compromiso de los ciudadanos y del propio Machado con el nacionalismo en el diseño de su opulento interior y su tamaño ligeramente mayor. Cuando Raúl Castro ordenó su restauración a tiempo para que la Asamblea Nacional aprobara una nueva Constitución redactada por el Partido Comunista en 2019, el dictador ruso Vladimir Putin envió tanto el oro como el equipo técnico que aplicó láminas de oro de 24 quilates a la estatua de 18 metros de altura de «Cuba Libre» que adorna la entrada. A nadie se le escapa la ironía de todo esto, salvo quizás a los propios dictadores del pasado y del presente.