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El peso de la historia, 2011-2016

Por toda La Habana, los edificios de apartamentos y las mansiones antaño opulentas de Cuba son testigos de los extremos de la historia. Enormes árboles como la ceiba pueden verse creciendo desde el tejado y el lateral de un edificio aún habitado a pocos pasos de El Floridita, uno de los bares donde Ernest Hemingway pasó famosamente las horas bebiendo daiquiris con sabor a lima natural. Unos árboles similares agrietan la fachada de un antiguo edificio multifamiliar en la Plaza del Cristo: allí los depósitos de agua del Estado también dan fe de la falta de agua potable para los residentes. Las mansiones, divididas y redistribuidas entre los leales hace años, muestran una sorprendente evidencia de los esfuerzos de las familias por enladrillarse y bloquear los ojos espías de los CDR, los vecinos simplemente envidiosos y el hedor de los depósitos de basura abiertos abajo. Las columnas resquebrajadas de una calle de Santos Suárez parecen reflejar la resistencia de sus antiguos diseñadores, así como la de quienes se atreven hoy a pararse o caminar bajo ellas.