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El tío Tiki examina una reliquia familiar, 2013

Debido a que venimos de un mundo formado por el consumismo y la mano de obra barata e invisible que hace posible nuestro «estilo de vida», la mayoría de los visitantes de Cuba se asombran constantemente tanto por la edad de muchos de los objetos de los que los cubanos dependen para las actividades diarias como por su calidad. En las casas de mi familia, como en la mayoría de las de Cuba, la cubertería, los platos, las sábanas, las mantas y las ollas a presión compradas en los años 40 y 50 siguen utilizándose hoy en día. Aquí Tío Tiki muestra un plato de cena magníficamente elaborado que mi abuela, maestra de escuela rural durante décadas, recibió como regalo de un estudiante cuando se jubiló en 1963. El estudiante lo había adquirido de una próspera familia de cultivadores de tabaco que se lo regaló a su madre como muestra de agradecimiento por haber trabajado como cocinera justo antes de que la familia huyera del país y el régimen revolucionario confiscara sus tierras, su casa, sus efectos personales y todos los bienes de su hogar. Cuando le pregunté al Tío Tiki si lo había usado alguna vez, se rió: ¿Estás loca? Este plato no sirve para comer. Sirve para refrescar la vista. [¿Estás loco? Este plato no sirve para comer. Era para refrescar la vista de cualquiera que lo viera]. Tiki quería dármelo para que lo llevara a Estados Unidos, pero lo dejé en Cuba.