En 2008, visité a una amiga muy cercana e historiadora local autodidacta, Berta Martínez Paez, en Artemisa, Cuba. Berta, una de las pocas residentes negras con alto nivel de formación, tenía un amplio alcance en la comunidad. Abarcaba a muchos tabaqueros de la fábrica gubernamental de Artemisa. Esta etiqueta de cigarro era una prueba de esa confianza: una noche, nos invitaron a Berta y a mí a reunirnos con ellos en la fábrica para darme varias muestras de un cigarro hecho por encargo con esta etiqueta. Según nos explicaron, un acaudalado congresista del Partido Republicano que apoyaba públicamente el Embargo estadounidense que prohibía la compra y venta de puros cubanos en Estados Unidos, se había apoyado en privado en contactos del régimen cubano para fabricar, vender y enviar decenas de cajas de puros elaborados en su fábrica bajo una «cobertura especial»: ¡la etiqueta del puro llevaba impresas las primeras líneas de la Constitución estadounidense! ¿Quién hubiera imaginado que esos cigarros, presumiblemente distribuidos a amigos, familiares y compañeros políticos, se fabricaban realmente en Cuba? Los amigos tabaqueros de Berta querían que yo fuera testigo de esto para poder revelar la hipocresía de lo que ellos suponían que eran muchos políticos estadounidenses pro-embargo.