Durante diez días de septiembre de 1960, Fidel Castro encabezó una gran delegación de altos dirigentes cubanos en Nueva York, donde tenía previsto dirigirse a la Asamblea General de las Naciones Unidas. Tras la inesperada nacionalización de todas las empresas extranjeras en agosto, el viaje provocó un frenesí de apoyo. Cubanos exiliados que habían luchado contra la dictadura de Batista, puertorriqueños, afroamericanos y progresistas blancos llenaron las calles. En todas partes aclamaban a Fidel Castro como un libertador y redentor cuya lucha contra las políticas imperiales de Estados Unidos en América Latina inspiraba su propia lucha por los derechos y la justicia. Aunque en un principio se alojó en el Hotel Shelbourne, la delegación cubana pronto se trasladó al Hotel Theresa de Harlem, donde su presencia iluminó deliberadamente la mayor prueba de la hipócrita pretensión de Estados Unidos de ser la principal democracia del mundo: la segregación legal y el racismo contra los negros. En estas fotos, multitudes jubilosas surgen al ver a Fidel en el aeropuerto y en las calles de Harlem; representantes de la Nación del Islam se enfrentan a un destacamento policial totalmente blanco en el vestíbulo del Hotel Theresa; y Fidel Castro, junto con Celia Sánchez, diplomáticos y seguridad cubanos, llegan a las Naciones Unidas para su discurso.