Esta fotografía muestra a cuatro abnegadas maestras de kindergarten con sus pupilos en una excursión a un parque de Cienfuegos en 1941. Entre las maestras están mis tías abuelas Olga Sotolongo (segunda adulta más alta a la izquierda) y su prima Silvia “Chacha” Suárez del Villar (primera adulta a la derecha). Como muchas mujeres de clase media que optaron por no casarse, sobrevivieron aprovechando al máximo su educación e incorporándose como maestras al creciente sistema escolar público cubano. A diferencia de las escuelas privadas, cada vez más segregadas por clase y, por tanto, por raza en los años 40-50, las escuelas públicas preservaron las aspiraciones meritocráticas antirracistas sobre las que se fundó la República de Cuba. Mi tío Julián, de cuatro años, y mi madre Luisa, siempre intelectualmente precoz, de dos años, de pie al frente y en mono de trabajo. Cienfuegos, 1940.