Junto con el antaño venerado sistema sanitario financiado por los soviéticos, la mayor víctima de las nuevas prioridades presupuestarias del gobierno cubano tras adoptar el capitalismo de Estado en 1992 ha sido la educación. Es posible que las escuelas de las comunidades rurales hayan sufrido menos simplemente porque la inversión humana de los maestros locales compensaba en compromiso personal con los niños lo que al sistema le faltaba en suministros materiales. Como historiador, siempre me sorprende lo poco que han cambiado las escuelas primarias de una sola aula que el Estado revolucionario construyó o heredó de la República anterior a 1959: de hecho, parecen idénticas (a menudo tanto interna como externamente) a las escuelas fotografiadas como prueba de los triunfos de la Revolución a principios de la década de 1960. Aparte de la bandera cubana, todas las escuelas presentan un busto (normalmente) idéntico de José Martí. Aunque la mayoría de los observadores culparon a Fidel Castro, el mandato legal para la presencia del busto no se originó con el régimen comunista sino con una ley del Congreso de 1921 que exigía que todas las escuelas “honraran” a Martí con un busto expuesto de forma destacada a la entrada de cada escuela. Matanzas, Cienfuegos, Pinar del Río y Santa Clara, 2003.
