A pesar de las afirmaciones del gobierno en sentido contrario, los cubanos han sufrido escasez de vivienda desde la década de 1970. La dependencia del gobierno para reparar las casas y la criminalidad de comprar o vender propiedades, y mucho menos construir, hasta que Raúl Castro legalizó estas opciones poco después de tomar el control del Estado en 2009, explican esto. Sin embargo, las leyes vigentes desde principios de la década de 1970 también ilegalizaban las manifestaciones públicas de «vagancia». Los ciudadanos acusados de vagos, improductivos o resistentes a los mandatos de trabajo impuestos por el Estado (remunerados y voluntarios) eran, por ley y según Fidel Castro, más que indolentes, «ladrones» que robaban el crecimiento potencial y la prosperidad de otros cubanos bajo el socialismo. Mientras que las multas pagadas con trabajo manual y la «rehabilitación» en campos de trabajo eran la norma antes de la década de 1990, estas medidas desaparecieron en gran medida con el colapso de los recursos materiales del sistema comunista y de la legitimidad para aplicarlas. Las imágenes de hombres sin hogar tumbados en los bancos de los parques, a veces aquejados de enfermedades mentales o adicción al alcohol, se hicieron cada vez más comunes. Calle Carlos III, La Habana, 2012.
