Aunque la mayoría de los pescadores afirman que situarse en las rocas bajo el malecón de La Habana con la marea baja es un método más eficaz para pescar algo de comer, este pescador solitario parecía contentarse con probar suerte desde el propio malecón. Su uso de una caña fabricada comercialmente en lugar de una versión hecha a mano le hizo destacar para mí en una época en la que el acceso a artículos como éste era casi imposible y traerlos “de fuera” estaba muy gravado por las aduanas cubanas… si es que se permitía. La Habana, 2003.
