Tal vez el espectáculo más común en Cuba que ha surgido con el aumento del turismo y el espectacular incremento del número de fuerzas policiales y de seguridad cubanas es la constante detención de jóvenes negros en la calle, a plena luz del día, sin razón aparente, suponiendo que tienen una «inclinación natural» al comportamiento delictivo y a la actividad en el mercado negro o que simplemente hay que mantenerlos bajo control [bajo control] o en su lugar [en su lugar]. Aunque es ilegal fotografiar cualquier detención policial y más de una vez fui advertido por transeúntes asustados (tanto leales como despreciadores del régimen), me las arreglé para capturar un ejemplo típico de esto una mañana del verano de 2004. En mi camino de ida y vuelta al Archivo Nacional de Cuba entre 1996 y 1997, solía pasar por lo menos de tres a cinco cacheos idénticos de jóvenes negros por parte de la policía a diario. En cada ocasión, el policía detenía a la víctima que pasaba por allí (a menudo haciéndole señas desde una manzana de distancia), comprobaba su tarjeta de identificación, registraba su bolso o mochila y, dependiendo de su «actitud» hacia la autoridad, lo multaba, lo detenía o lo mandaba a paseo. Cuando impartí cursos de seis semanas a tres meses de duración en el Bates College y en Yale para estudiantes universitarios entre 2001 y 2005, mis propios alumnos afroamericanos fueron detenidos con tanta frecuencia que el análisis del racismo inherente que la policía les expresaba a modo de explicación se convirtió en un tema constante de discusión en clase y, en el caso de un alumno de Yale, en el tema de su tesis de licenciatura. El hecho de que la mayoría de los policías de La Habana sean reclutados en la provincia oriental de Oriente o en su capital, Santiago, y sean notablemente no blancos, sólo se suma a la explotación por parte del Estado de la división racial, los resentimientos regionales y la antinegritud para su propio empoderamiento: odiados por reprimir a aquellos con los que comparten una ascendencia común, estos policías se identifican con mayor frecuencia como mestizos: raramente utilizado en el oeste de Cuba, el término implica un predominio de la mezcla racial indígena y no africana con los europeos. Como tal, su uso afirma una negación de la negritud por su supuesta inferioridad y una celebración de los lazos con una población nativa que simplemente no sobrevivió a la Conquista española (y por lo tanto no existe en ningún grado). Así, como mis estudiantes argumentaban a menudo, al ordenar a los policías no blancos que acosen e intimiden a los cubanos negros bajo la sospecha de motivos criminales, el estado comunista reproduce el mismo sistema en el que también se basó el estado colonial español cuando utilizó a personas de color libres en milicias armadas para vigilar y reprimir a los esclavizados. La blancura como ideología y sistema de poder permanece.