Probablemente una de las escenas más comunes en las calles de las ciudades cubanas y en los campos abiertos cerca de los pueblos es la de los niños jugando al béisbol. A pesar de su fama como pasatiempo nacional del país, uno de los artículos más escasos en la isla han sido siempre las pelotas de béisbol de verdad. De hecho, la mayoría de los niños construyen una pelota con papel y cuerda, normalmente con una piedra redonda en el centro. Como profesor que una vez dirigió a estudiantes universitarios en programas de estudios en el extranjero en Cuba, siempre les aconsejaba que llevaran paquetes de pelotas y luego caminaran por la calle y lanzaran anónimamente la pelota al aire para que cayera en medio de un partido: ¡uno nunca podría imaginar la alegría estridente que una pelota de béisbol real caída del cielo podría provocar entre los niños cubanos! En este caso, un automovilista que pasaba por allí lanzó a mi sobrino y a sus amigos una pelota de tenis. Su reacción es más que evidente.