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TRIUNFO DE LOS MEDIANOS

Como documentamos en nuestro primer Fotodiario sobre el Periodo Especial, los artesanos de Cuba se vieron relegados antaño a vender sus mercancías colgándolas del manillar de sus bicicletas y pasando junto a los turistas en la playa con la esperanza de despertar su curiosidad y hacer (ilegalmente) una venta. En aquella época, la década de 1990, el Estado cubano prohibía a los cubanos vender artesanía directamente a los turistas sin licencias gubernamentales y locales autorizados por el Estado. Después de 2009, cuando Raúl Castro tomó el mando, esto fue mucho menos cierto: por primera vez, los artesanos podían vender sus mercancías a intermediarios que las revendían en ciudades, a menudo a cientos de kilómetros de su punto de producción. Para muchos artesanos que vivían en provincias y no podían vender sus productos directamente a los compradores con la anterior ley que prohibía los intermediarios, la reforma de Raúl fue una bendición. Sin embargo, los precios de la artesanía se dispararon de la noche a la mañana y se impusieron las leyes del capitalismo: en lugar de únicos y diferentes, muchos productos eran meras imitaciones, fabricados por trabajadores en grandes talleres al estilo de las fábricas, cuyos propietarios disfrutaban de recursos incomparables. Entre ellos, el capital inicial de familiares en el extranjero o las conexiones dentro del aparato del Partido Comunista, que garantizaban el acceso a las materias primas y la ausencia de inspecciones. Los artesanos también adoptaban lo que los propietarios e intermediarios suponían que los visitantes del Caribe querían comprar y consumir. Esto incluía a menudo productos que se burlaban de la negritud y caricaturizaban las experiencias de los negros bajo el colonialismo y la esclavitud a través de estilos de vestir y caras sonrientes de «teatro bufo». Habana, noviembre 2011.