Con la disolución de la Unión Soviética a finales de diciembre de 1991, también desaparecieron las garantías de precio y suministro de petróleo soviético que tenía Cuba hasta entonces. Durante los años siguientes, el transporte público dejó de existir en toda la isla. No sólo los trabajadores no podían ir a trabajar, sino que aumentaba el temor de que la inactividad involuntaria pudiera llevar a una huelga nacional. China, famosa en su día por sustituir el transporte motorizado por bicicletas durante los años de Mao, aportó una solución: millones de bicicletas baratas pero resistentes de la marca «Flying Pidgeon» que el gobierno cubano revendió a los ciudadanos a entre veinticinco y treinta pesos cada una, un precio que constituía la cuarta parte de la paga gubernamental del trabajador medio. Como el gobierno no podía importar piezas de repuesto, surgió un comercio enérgico de cámaras de aire hechas a mano y aceite para cadenas fabricado en casa. En esta foto, mis primos realizan la inspección diaria de mi bicicleta después de venir del archivo nacional de Cuba.