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Cerdo urbano

Al igual que la mayoría de las ciudades, el gobierno municipal de La Habana había prohibido durante décadas la cría de ganado dentro de los límites de la ciudad en la época de la Revolución Cubana de 1959. Sin embargo, en el Periodo Especial, la desesperación de los ciudadanos por la falta de disponibilidad de prácticamente todos los alimentos en las zonas urbanas, excepto frijoles añejos, azúcar y arroz de mala calidad, llevó a los funcionarios del gobierno a aprobar la cría de cerdos en lugares antes impensables. Las bañeras de los apartamentos y las «celdas» de las azoteas se convirtieron en los espacios preferidos para criar cerdos. El objetivo, por supuesto, era «sacrificar» (como dicen los campesinos cubanos) al cerdo en una fiesta o acontecimiento especial y guardar su manteca para cocinar a diario, a veces durante un año. Sin aceite vegetal o de oliva que comprar, variar la dieta de huevos cocidos era imposible y hacer un sofrito para condimentar los frijoles, por modesto que fuera, a base de ajo, cebolla, pimientos y (a ser posible) comino, era impensable. Para los miembros de mi familia que siempre habían criado y «sacrificado» cerdos, condiciones como el buen trato, el espacio para vagar y alimentos deliciosos como las nueces de palma eran puntos de orgullo. Mantenían relaciones con sus animales. Aunque la mayor parte de la carne y las proteínas, aparte de la soja y los huevos, seguían siendo caras y no estaban disponibles en la ración estatal a principios de la década de 2000, la práctica de criar cerdos urbanos desapareció en gran medida, para alivio de la mayoría de los urbanitas. Aun así, queda el recuerdo de cómo los campesinos consideraban que la gente no estaba cualificada para matar y comer cerdos. Todos recuerdan el chillido: la inexperiencia provocaba a menudo grandes sufrimientos. Aunque los vegetarianos y los veganos no lo entiendan, para los cubanos de las islas, que rara vez comían carne pero tampoco muchas verduras, el hambre y no los privilegios regían la naturaleza de las dietas. Techo de una casa en Centro Habana, junio de 1995.