En Cuba, como en otras partes, la invisibilidad de la producción azucarera, que requiere la explotación excesiva de la mano de obra, siempre fue intrínseca a los beneficios obtenidos, primero por los esclavos y después por obreros mal pagados y extremadamente aprovechados en servicio de una élite mínima capitalista. Sin embargo, ninguna otra isla azucarera consumió más vidas humanas que Cuba a través de la trata de esclavos y el sistema brutalmente implacable de violencia y terror que crearon los esclavistas blancos, sus socios coloniales españoles y los comerciantes estadounidenses. Por esta razón, la decisión del gobierno cubano—en pleno Período Especial—de reescribir la historia de Francisco Arango y Parreño restaurando su casa solariega de La Habana Vieja y dedicándole una placa de mármol en su honor sigue siendo indignante. Arango y Parreño fue uno de los mayores teóricos cubanos del odio racial y creencia en la superioridad del blanco: no sólo asesoró a sus compañeros amos sobre cómo perpetuar la esclavitud mediante el terror y la violación de sus esclavas, sino que también defendió la “ley del color” legal y conceptual contra las personas libres de ascendencia parcialmente africana y europea. Mientras España mantenía la hegemonía racial de los blancos cooptando a las personas libres “de color” y concediéndoles ciertos privilegios a cambio de rechazar y vigilar los signos de orgullo por la herencia africana y por los esclavos, Arango y Parreño defendía otro punto de vista: “Todos son negros”, escribió, calificando a los de herencia africana parcial como igualmente inferior a cualquier blanco-europeo “puro.” O sea, para él y “la raza blanca” en Cuba, un sistema de supremacía racial era el único camino a la supuesta salvación. Curiosamente, esta placa no menciona nada de sus ideas, posesión de esclavos o defensa de la esclavitud como máxima expresión de la humanidad civilizada. Más bien, tras ensalzarle por negarse a reivindicar la nobleza de su padre, la placa afirma: “Amó su tierra y trabajó para hacerla grande.” La Habana Vieja, 2002.