Como a los cubanos les resultaban caras las bicicletas chinas, muchas familias compartieron su bicicleta de una forma sorprendente: colocando una larga esponja escalfada de viejos cojines de muebles en la parrilla sobre el neumático de la bicicleta para que un miembro más ligero de la familia pudiera ir en la parte de atrás o haciendo a mano un pequeño «asiento» de madera desmontable para un niño pequeño que se podía fijar al tubo superior del cuadro de la bicicleta. Aquí mi primo José Raúl y su esposa Alicia se van a casa después de un largo día de trabajo en el centro de Cienfuegos.