Una vez que Fidel Castro dio carpetazo a las elecciones y a la democracia representativa, lo que antaño había sido un símbolo aspiracional de responsabilidad gubernamental, la sede del Senado y la Cámara de Representantes de Cuba, se convirtió en un museo. Cuando visité Cuba por primera vez en junio de 1995, tuve que ir varias veces para poder “colar” algunas fotos con mi pequeña y barata cámara de los principales lugares del interior. Aquí se ve el “Salón de los Pasos Perdidos”, donde el primer gobierno revolucionario de 1959 expuso objetos por valor de millones de dólares comprados por Batista y sus compinches con fondos malversados. También aparece el despacho del jefe del Senado, que conduce a las cámaras senatoriales. En un país donde la electricidad era entonces (y ahora) extremadamente escasa para los residentes medios, la lámpara de araña llamó mi atención: ¿Sería tan amable el guardia de permitirme una fotografía? ¿Y encender las luces? JUNIO DE 1995.