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Gallos finos

En enero de 1997, si me asombraba descubrir la omnipresencia (y popularidad) de las peleas de gallos en la isla, aún me dejaba más estupefacta el prestigio de que gozaban en las comunidades rurales los cubanos que criaban estas aves con ese fin. Participar en peleas de gallos había sido ilegal desde los primeros años de la Revolución Cubana. Entonces, la adopción del comunismo por Fidel Castro exigía la eliminación de todos los «vicios capitalistas». Esto se debía a que el juego, ya fuera en un casino gestionado en su día por la mafia o en las «arenas» de mala muerte de los pueblos rurales de Cuba, supuestamente «distorsionaba» la conciencia de los ciudadanos y fomentaba los valores de la pereza y el egoísmo. A pesar de su incierto futuro en el deporte sangriento de las peleas de gallos, estos gallos finos eran a menudo queridos por sus cuidadores. Algunos los adoraban, como me dijo un criador desvergonzado, «como si fueran niños«. (Enero de 1997)