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Panataxi de los Treinta:

Cuando el Estado cubano autorizó el trabajo por cuenta propia en 1993, por primera vez desde 1968, también creó un sistema de doble moneda que, teóricamente, debía garantizar que las divisas fuertes (el dólar estadounidense) fluyeran de las manos de los extranjeros, especialmente los turistas, directamente al Estado. Esto significaba que los empresarios cubanos a los que el Estado autorizaba a vender pizzas o recogidas de taxis en moneda nacional debían servir exclusivamente a otros cubanos, no a extranjeros. Sin embargo, por mucho que lo intentaran los funcionarios del Estado, los extranjeros siempre parecían encantados de comprar sus bebidas, viajes, tabacos, jamones y quesos (estos últimos del mercado negro) antes de acudir a las empresas estatales, tuvieran o no licencia los vendedores particulares. Al principio, el Estado intentó competir con los ciudadanos. A veces recurría a estrategias novedosas, como comprar coches viejos y averiados y restaurarlos para adaptarlos a los gustos extranjeros. Panataxi, una franquicia estatal, restauró este coche americano de los años 30 que se ve aquí para convertirlo en un taxi al aire libre. Sin embargo, a partir de 1998, las medidas enérgicas, las redadas y los decretos-ley (que eliminaban el derecho de los cubanos a poseer un negocio si reducía los ingresos de un negocio del gobierno) se convirtieron en estrategias cíclicas que aumentaron el monopolio del Estado sobre la economía. Las mismas estrategias persisten hasta el día de hoy. Sin embargo, los emprendedores cubanos (particulares en la jerga local) también han persistido. Si se les da media oportunidad, el ingenio ciudadano suele triunfar sobre el Estado. El Malecón, La Habana, 1997.