Antes de la década de 1990, el triunfalismo caracterizaba la mayor parte de la propaganda estatal cubana. Las declaraciones autocomplacientes y las predicciones de victorias comunistas salpicaban antaño el paisaje de forma universal. Sin embargo, después de que miles de millones de dólares de ayuda anual desaparecieran junto con la Unión Soviética, los mensajes de las vallas publicitarias y los carteles hechos por el gobierno como éstos evocaron un tono reactivo, a menudo defensivo. Pintados en una pared de Trinidad, estos carteles parecían irrisorios en el verano de 2000. “En Cuba nunca habrá transición al capitalismo. -Fidel Castro”, reza uno. El otro grita a un adversario imperialista americano: “¡Yanqui! Aquí el miedo no tiene cabida”. Dado que el régimen del Partido Comunista había sobrevivido en gran medida porque los dirigentes adoptaron el capitalismo de tipo monopolista a principios de los años noventa, esos eslóganes del partido y los propios mantras de Fidel Castro estaban claramente impregnados de negacionismo. Incluso una cita aparentemente inspiradora de Fidel en otra pared – “A la valentía no le falta inteligencia y a la inteligencia no le falta valentía”- era notable porque parecía tan patéticamente plana. Trinidad de Cuba, julio de 2001.