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Timbiriche – enero de 2000

Al igual que el pequeño restaurante familiar, la relegalización de los timbiriches (puestos callejeros de bocadillos) en 1992, por primera vez desde 1968, desencadenó una restauración muy visible y el resurgimiento de muchos de los mismos negocios por parte de las mismas personas que los habían explotado años atrás. La mayoría, como este timbirichero, utilizaron exactamente el mismo equipo que habían escondido y volvieron a hacer deliciosos bocadillos como churros cubanos, masa frita espolvoreada con azúcar y canela. Hasta 1998, los timbiriches proliferaron de forma espectacular.  Los que ofrecían churros y helados blandos (a menudo misteriosa pero deliciosamente elaborados con leche en polvo y brebajes de frutas) vendían miles de productos al día, especialmente en La Habana. En su momento, muchos profetizaron que su éxito llevaría a su caída. Así fue: al principio, el Estado no sólo abrió puestos de venta que vendían productos más baratos en las inmediaciones, sino que, cuando los vendedores del Estado no pudieron competir con los privados, los inspectores y la policía les impusieron multas para que abandonaran el negocio acusándoles de ejercer el mercado negro. Más tarde, el Estado se limitó a aprobar leyes que decían que ningún negocio privado podía funcionar a menos de 300 metros de un negocio del mismo tipo propiedad del gobierno.