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Tío Pucho – 1996

El hermano de mi padre, Pucho, volvió a dedicarse a la agricultura de subsistencia a tiempo completo en 1991, después de que las granjas del gobierno empezaran a cerrar una a una tras la desaparición de las ayudas y subvenciones soviéticas. Al igual que su caballo (que perdió seis kilos en menos de un año), Pucho también perdió peso, precipitadamente. Con sólo sesenta años en 1995, parecía un hombre de ochenta, otra señal de cómo el trabajo duro no sólo definía la vida de muchos en la Cuba rural, sino que también los consumía.