Aunque la mayoría de nosotros probablemente no calificaríamos estos objetos de «archivo», un historiador ve en ellos la oportunidad de documentar las luchas a las que se enfrentan los cubanos en una economía definida por la austeridad, la escasez y la intensa creatividad. Me topé por primera vez con uno de estos coches en la Aguada de Pasajeros, una importante gasolinera y lonchería en el cruce del sistema nacional de carreteras de Cuba en 2011. Mientras su padre echaba gasolina, un niño jugaba delante de mí con una réplica verde y roja del coche de su padre de los años 50 hecha con latas de cerveza. Para mi regocijo, el niño se ofreció a «regalarme» el coche después de explicarme con orgullo que su padre lo había hecho para él, con una pequeña matrícula de papel como la de verdad. En lugar de eso, le pedí a su padre que me hiciera uno y un par más. Le pagaría 20 dólares por cada uno dos semanas más tarde y me reuniría con él a mi regreso de Trinidad, en el sur de la isla. Estaba encantado y le hacía cosquillas mi asombro y emoción. Como estaba previsto, apareció dos semanas después con tres coches, dos de ellos roadsters, uno hecho con latas de cerveza Cristal y el otro Bucanero, ambas marcas de cerveza del gobierno. Cuando llegué a casa, ¡era prácticamente imposible que mi propio hijo evitara jugar con ellos!