Con el regreso legal de los pequeños negocios a la economía en la década de 1990, el maní tostado se convirtió en un alimento estándar de los vendedores de bocadillos en las calles urbanas de Cuba. Aunque muchos extranjeros no lograban adivinar qué eran, los historiadores (y a menudo los visitantes de más edad que regresaban a la isla desde el exilio) identificaban fácilmente estos rollos de papel como la forma artesanal en que los vendedores habían envasado los cacahuetes para su venta individual en Cuba desde principios del siglo XX. Una diferencia clave, sin embargo, era el envase: en ausencia crónica de cualquier material alternativo, los vendedores de maní contemporáneos de Cuba solían utilizar papel de oficina blanco brillante. Lo utilizaban las empresas estatales, lo robaban los trabajadores y lo vendían en el mercado negro. El maní envasado de esta manera sabe muy bien y es fácil de comer sin ensuciarse las manos, a cualquier hora del día: ¡a mi hijo siempre le apetecía un paquete justo antes de dormir! La Habana, junio de 2016.