A raíz del colapso de la Unión Soviética, muchos de los ejemplos más inverosímiles de la política de Fidel Castro se convirtieron tanto en leyenda como en tabú. A medida que el país se acercaba a un abismo político y económico, pocos se atrevían a recordar hasta qué punto Fidel Castro había despilfarrado los recursos materiales que antes le suministraban incuestionablemente los soviéticos. Sobre todo cuando prácticamente todos esos recursos desaparecieron del uso público. Entre ellos, quizás el más importante fue el cemento. En la década de 1980, miles de viviendas familiares se derrumbaban anualmente tras soportar décadas de abandono estatal y el monopolio legal del Partido Comunista sobre el acceso a la distribución de materiales de construcción. Sin embargo, fue precisamente en esta década cuando Fidel declaró repentinamente la necesidad de construir un sistema de túneles bajo La Habana para la autodefensa de los civiles contra un supuesto bombardeo inminente de Estados Unidos. Para construir los túneles se movilizaron contingentes especiales de militantes comunistas bajo la bandera de famosos comunistas históricos como Blas Roca junto con los mejores trabajadores de la construcción. Difundidos en su día como una hazaña heroica y olvidados rápidamente como una vergüenza política, los túneles en sí no sirvieron en última instancia para nada, salvo para significar la autocracia en que se había convertido el gobierno comunista de Fidel Castro. También fueron objeto de bromas, ya que los más visibles (cerca de la Universidad de La Habana) se convirtieron en «túneles del amor», lugares de encuentro y romance en lugar de santuarios de una supuestamente inevitable guerra imperial. Fondo Lillian Guerra, Colecciones Especiales, Universidad de Florida.