Este vaso es producto de la masiva marea de euforia que envolvió la cultura y la conciencia populares cuando la caravana de Fidel Castro entró triunfalmente en La Habana el 8 de enero de 1959, una semana después de la huida del dictador Batista. Fabricado por una tienda local de cinco y diez centavos llamada La Época, el vaso destaca exactamente quiénes entendían los cubanos que eran los principales héroes de la guerra contra Batista y la ostensible “nueva era” de Cuba. Junto a líderes de larga trayectoria como Fidel Castro y el recluta argentino de la guerrilla de Fidel Castro, Ernesto «Che» Guevara, y Camilo Cienfuegos, entonces jefe del Ejército Rebelde, hay un rostro olvidado. Pertenece a Manuel Urrutia, un héroe nacional. Como juez de la provincia de Oriente en 1957, Urrutia se había negado a procesar a un grupo de rebeldes capturados acusados de subvertir el régimen de Batista alegando que éste era inconstitucional y que los rebeldes actuaban en su derecho de salvar a Cuba. Posteriormente, Fidel eligió a Urrutia como primer presidente del gobierno revolucionario en 1958, pero cuando Urrutia definió al gobierno como «anticomunista» en la televisión nacional en junio de 1959, Fidel le demonizó continuamente hasta que Urrutia, al darse cuenta de que Fidel se apoyaba secretamente en los comunistas para consolidar su propio plan de gobierno, huyó del país temiendo por su vida. Regalo de Nancy Macaulay, colección de Lillian Guerra.