En junio de 2001, mis alumnos y yo visitamos El Ingenio Carolina, una plantación azucarera fundada en 1835 por el esclavista e inversor extranjero William Hood Clemens. Creyendo que el uso de mano de obra esclava era un ejemplo de ingenio americano, Hood utilizó palomas mensajeras para transmitir y recibir mensajes a sus negreros en los campos de azúcar. Según los cubanos que aún residían en el batey local [aldea de la plantación junto a los barracones de los esclavos], el palomar palaciego donde se posaban y criaban las palomas no fue diseñado por Hood. Fue obra de un maestro albañil esclavo que utilizó como molde una lata de sardinas de forma ovalada. Mientras el resto de la plantación está en ruinas, la obra del anónimo artesano sigue siendo un monumento al ingenio de aquellos cuyos nombres y fuerza la historia ha silenciado. También fue un claro motivo de orgullo para los guardianes del pasado residentes en Carolina, que dejaron sus quehaceres y se tomaron su tiempo para llevarnos al desván y luego a una visita que incluía los inquietantes engranajes gigantes de la tecnología de maquinaria del molino, antaño puntera. Provincia de Cienfuegos, junio de 2001.