Tanto si se aplica a sus nativos como a los descendientes de los africanos esclavizados, en Cuba pervive desde hace mucho tiempo la ficción de que los no blancos estaban profundamente agradecidos a algunos blancos, como sostiene este monumento, o a los blancos en general por haberlos “salvado” de su propio salvajismo e “incultura” [cultura inferior], o de las injusticias perpetradas contra ellos por otros blancos. Esta posición no sólo es ahistórica, sino racista, porque asume la superioridad y la inevitabilidad de la dominación europea sobre los no europeos como un curso “natural” de la historia, en lugar de un resultado deliberado nacido de la violencia extrema y de una economía política que justifica la violencia. Erigido en 1955 después de que el gobierno de Batista designara la cercana ciudad colonial de Trinidad patrimonio nacional, este monumento al sacerdote español Bartolomé de Las Casas nunca ha sido alterado ni retirado, a pesar de las muchas formas en que refleja el mito paternalista de la gratitud indígena cubana y la abnegación infantil. Aunque Las Casas impugnó la esclavitud indígena por devastar a la población, nunca acusó a su viejo amigo Colón por esclavizar y vender él mismo nativos por millares, ni cuestionó jamás el derecho imperial de Conquista, supuestamente en nombre de Jesús. Lo peor de todo es que Las Casas propuso que se capturara, esclavizara y comerciara con africanos en lugar de con “indios”, una política que los europeos pusieron en práctica a su debido tiempo, a medida que su genocidio, hacia la década de 1550, en el Caribe resultaba cada vez más completo. TRINIDAD, JUNIO DE 2000.
A medida que este sitio web se acerca a su segundo año de exploración y reflexión sobre las lecciones de Cuba para el mundo, también somos testigos de la continua huida de más de medio millón de cubanos de la isla hacia Estados Unidos. Desde 2022, los líderes comunistas más antiguos de Cuba -como Raúl Castro, Ramiro Valdés y otros- han presidido un Estado capitalista de amiguetes visiblemente consolidado, defendido por una minúscula élite política y un enorme aparato de seguridad. Las políticas interesadas y los mecanismos legales decretados recientemente para reprimir la disidencia también reflejan una gran ironía histórica: la misma dictadura de Fulgencio Batista que estos líderes derrocaron en su día ha vuelto a florecer. Dado el permanente estado de crisis de Cuba y las políticas extrañamente estancadas de las dos últimas administraciones estadounidenses, esta edición de Fotodiario echa la vista atrás al Periodo Especial, la era postsoviética de los años 90 y principios de los 2000, que sumió a todos los isleños en una crisis divisoria de proporciones surrealistas. Gemas del Archivo y Ex-Libris celebran la adquisición por la UF de la Colección Eduardo “Guayo” Hernández, increíble testimonio del papel democratizador del periodismo cubano, antaño independiente. Esperamos que esta edición despierte la curiosidad, el conocimiento, el análisis y el valor de debatir y considerar qué tipo de cambio podría beneficiar más a los cubanos entre todos nuestros espectadores de Estudios Cubanos.