Como puede atestiguar cualquiera que haya convivido con cubanos que no pertenezcan a la élite política, los dos artículos «básicos» de los que más se carece —desde la década de 1970 hasta la actualidad—son las toallas (de cualquier tipo) y las servilletas. De hecho, sólo descubrí que era una comedora descuidada por naturaleza cuando fui a Cuba y me di cuenta de que casi todo el mundo había crecido allí sin acceso a servilletas durante décadas y yo era la única en cualquier mesa que siempre necesitaba desesperadamente una servilleta. Más chocante que la ausencia general de servilletas, sin embargo, era la falta de toalla de la mayoría de la gente, especialmente cuando iban a la playa. Las toallas de playa en estas fotos son escasas. Las tres que aparecen en estos marcos eran mías, compradas entre mis viajes a Cuba y luego regaladas o prestadas a mis primos y los colegas de mi primo Diego en un raro viaje patrocinado por el Estado a la playa de Bacuranao en septiembre de 1996. Sin duda, una de las grandes lecciones que aprendí en Cuba fue lo poco que se necesitan los bienes materiales para pasarlo bien. SEPTIEMBRE DE 1996.